viernes, 6 de mayo de 2011

hola profe el blogger no me quiere dejar montar nada solo esto yo le mande el trabajo para recuperar la nota ah este correo madelaine_n@yahoo.com...

martes, 3 de mayo de 2011

Salida Ciudad del Río

Buenas noches.

El próximo martes 10 de mayo tendremos una salida a Ciudad del Río para revisar el ejemplo de espacio público verde.

Recuerden pasar por la oficina de Patricia para firmar el permiso.

Hora del encuentro: 1.30 pm
Lugar. entrada del MAMM

Enunciado trabajo final

Para el trabajo final de la materia se realizará una instalación escala 1:1 en la zona aledaña al aulataller. Esta instalación será un objeto diseñado para utilizarse en un entorno urbano (puede ser un elemento de mobiliario o una propuesta conceptual de vegetación urbana o arte urbano)

Este ejercicio se realizará en parejas y los materiales para su construcción son decisión de ustedes.

El valor del trabajo es del 40% que corresponderá al diseño del objeto (15%/40%), la propuesta conceptual (10%/40%) y la sustentación oral. (5%/40%)

Será entregado el martes 24 de mayo a las 2 de la tarde. (si hay lluvia tendremos que presentarlos dentro del aulataller)

cualquier duda quedo atenta.

Enunciado ejercicio reposición de notas

Para el trabajo de reposición de notas perdidas o bajas calificaciones se debe seleccionar una foto de un lugar urbano que tenga deficiencias en la vegetación y con dibujos, collages, fotomontajes, etc. proponer una nueva vegetación teniendo en cuenta los elementos que les mostré en la clase de hoy.

Este ejercicio deberá ser entregado antes del viernes 6 de mayo (todo trabajo que llegue después de esa fecha no será tenido en cuenta)

Esta reposición sólo sirve para una nota, así que se deberá especificar cuando se suba al blog a que nota corresponde. Así mismo es para entregar individual.

Cualquier duda me la comentan.

Saludos.

martes, 26 de abril de 2011

Ciudades Invisibles



Todas las personas ven de forma distinta la ciudad, cada persona ve lo que quiere ver y sentir de la ciudad, cuando una persona habita una ciudad puede que sus recorridos se vuelvan monótonos y dejen pasar cosas o le dejan de interesar, que otra persona que no habita esta ciudad puede detallar. Igual las cosas que se ven o no se ven son de acuerdo al interés de cada persona.

Uno no se pude imaginar cuantas cosas ha dejado pasar o ha dejado de contemplar de la ciudad que cuando las quiera ver ya no estén, uno piensa que las cosas se demoran en cambiar pero no, todo el tiempo la ciudad está cambiando.

las ciudades invisibles..... ( David Osorio Muñoz )

la memoria es redundante repite los signos para que la ciudad empiece a existir
Un loco que se asoma por la conrniza de un rascacielos ( rodrigo d eno futuro)
protitipo de simbolos gentes que representan tal vez para nosotros un mismo elemento ( señora gorda en el tren)
la ciudad redundante que se repite para que algo quede en la mente


elementos descritos en estas ciudades inconcientemente presentes en la vida real ......... con los cuales tenemos contacto visual y fisico todos los dias......

las ciudades invisibles






Italo Calvino nos presenta de forma fantastica sus ideas de ciudad o de sus elementos que la componen, ya esta a la interpretacion de cada cual mirar como las cosas que nos menciona el autor en sus ciudades se nos presentan a diario en nuestro entorno, ya que pertenecmos a una ciudad y como tal esta se encuentra llena de simbolos, memorias, infraestructura y el elemento mas importante de una ciudad, el usuario, sus habitantes, los ciudadanos.



Entendemos todo lo que este relacionado con ciudad como algo global, que contiene un numero de elementos lo bastantemente grande para no hablar de lo particular sino siempre lo general, mirando todo colectivamente pero la ciudad tambien es propia de cada ciudadano y cada cual la mira y la entiende a su manera y aprende a desenvolverse en ella no solo como el comun denominador sino tambien creando, innovando o mejorando los factores que la componen. Es tambien claro que la ciudad tiene una diversidad de componentes tan grandes que es poco probable que todos sus habitantes conozcan todas sus cosas, y habran otras que se percibiran de forma diferente a la de los demas, la libertad de pensamiento nos permite esto, hay ciertas señales o simbolos de la ciudad que hace referencias muy especificas y que toda una comunidad puede entender pero siempre esta la posibilidad de interpretarlas o buscarles otro sentido a las cosas que es lo que desarrolla las culturas en las ciudades.

lunes, 25 de abril de 2011

Las ciudades invisibles. Italo Calvino

LA VISTA DEL  SER HUMANO ES LA QUE LIMITA  LOS VERDADEROS ESPACIOS DE UNA CUIDAD






EL SER HUMANO NUNCA TOMA TIEMPO EN OBSERVAR COMO ESTA CONFORMADA SU CIUDAD Y DESCONOCE LO QUE ÉSTA CONTIENE, AUNQUE LLEVE MUCHO TIEMPO CIRCULANDO POR LAS MISMAS CALLES SIEMPRE IGNORA TODO LO QUE  EXISTE EN ELLAS.
UN EJEMPLO DE ELLO, COMO LO MENCIONA ITALO CALVINO EN “LAS CUIDADES INVISIBLES” ES QUE  SOMOS LOS PROPIOS HABITANTES DE ESA CUIDAD LOS QUE LA HACEMOS INVISIBLE.
LIMITAMOS LA CIUDAD CON LO QUE SÓLO LA VISIÓN PERCIBE, YA QUE NO LE PRESTAMOS IMPORTANCIA A LO QUE HAY DETRÁS DE UNA MONTAÑA, PARED, MURALLA O EN EL MISMO MAR.
Y AUNQUE LA CUIDAD SIEMPRE QUIERA MOSTRARNOS EL VERDADERO ESPACIO Y LO QUE VIVE DENTRO DE ELLA, COMO LO MENCIONÉ ANTERIORMENTE, SOMOS NOSOTROS LOS QUE LA LIMITAMOS AL IGNORAR SU CONTENIDO Y AL IGNORAR QUE HAY MÁS ALLA DE LO QUE EL OJO PUEDE VER.

STEVE DAVIS BOTERO GONZALEZ

LA CIUDAD COMO SIMBOLO...!!!


"EL OJO NO VE COSAS, SINO FIGURAS DE COSAS QUE SIGNIFICAN OTRAS COSAS!"

~TODOS COMO PERSONAS TENDEMOS A ASOCIAR LO QUE VEMOS DE ACUERDO A LAS EXPERIENCIAS QUE VIVIMOS.

EN LA CIUDAD VEMOS MAS ALLÁ QUE UNA AGRUPACIÓN DE ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS U OBJETOS, LOS CUALES NOS REPRESENTAN EMOCIONES QUE ESTOS ALGÚN DÍA LLEGAMOS A VIVIR!, DONDE CADA UNO DE ESOS ELEMENTOS ESTÁN CREADOS CON UNA FINALIDAD LA CUAL ES LA ENCARGADA EN HACER QUE ESTOS QUEDEN O NO GRABADOS EN NUESTRAS MENTES INCLUSO EN NUESTRO SER!.


~EN LA PARTE SUPERIOR DE LA IMAGEN SE OBSERVA LA SILUETA O FIGURA DE UNA CIUDAD, LA CUAL LLEVA NUESTRO PENSAMIENTO A VISUALIZAR LA GRAN CANTIDAD DE DIVERSOS ELEMENTOS Y PERSONAS QUE LA HACEN LLAMAR CIUDAD!!

LA CIUDAD COMO SIMBOLO...!!!


"EL OJO NO VE COSAS, SINO FIGURAS DE COSAS QUE SIGNIFICAN OTRAS COSAS!"

~TODOS COMO PERSONAS TENDEMOS A ASOCIAR LO QUE VEMOS DE ACUERDO A LAS EXPERIENCIAS QUE VIVIMOS.

EN LA CIUDAD VEMOS MAS ALLÁ QUE UNA AGRUPACIÓN DE ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS U OBJETOS, LOS CUALES NOS REPRESENTAN EMOCIONES QUE ESTOS ALGÚN DÍA LLEGAMOS A VIVIR!, DONDE CADA UNO DE ESOS ELEMENTOS ESTÁN CREADOS CON UNA FINALIDAD LA CUAL ES LA ENCARGADA EN HACER QUE ESTOS QUEDEN O NO GRABADOS EN NUESTRAS MENTES INCLUSO EN NUESTRO SER!.



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sábado, 23 de abril de 2011

"Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella,Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito....."

La ciudad es un sitio ecléctico donde se teje la historia, la vida y la cultura. la ciudad es simiente y reflejo, lugar de producción y reproducción que va desde lo individual a lo colectivo, y a la inversa. En ella conviven las más disímiles expresiones de vida y cultura, desde el glamour de lo llamado culto hasta lo vernáculo, muchas veces confundido con lo popular

martes, 12 de abril de 2011

ciudades invisibles

LA CIUDAD ES COMO SE QUIERE VER, SEGÚN ITALO CALVINO EN UNO DE SUS VIAJES MENCIONA LA CIUDAD DE ZIRMA Y DICE HABER VISTO MUCHAS COSAS QUE SUS COMPAÑEROS DE VIAJE IGNORARON O SOLO NO LO VIERON COMO EL, POR ESTO ME DETENGO EN ESTE PUNTO TOMANDO COMO REFLEXION EL SABER QUE LAS CIUDADES SON HABITADAS POR MILES DE PERSONAS QUE PERSIVEN DIA A DIA LA CIUDAD DE DIEFERENTE MANERA Y CON DISTINTOS PUNTOS DE VISTA QUE SIEMPRE OTROS IGNORARAN O VERAN OTRAS COSAS MAS IMPORTANTES EN LA “CIUDAD”.

LA CIUDAD ES UNA VERDADERA INCOGNITA QUE SOLO LA DEFINE EL SER QUE SE DETENGA A OBSERVARLA Y A TOMAR SUS PUNTOS DE VISTA, CLARO ESTA QUE LA CIUDAD NUNCA SERA UNA IGUALDAD PARA TODOS AQUELLOS QUE LA HABITAN, EN LO UNICO QUE HABRA IGUALDAD ES UN SU UBICACIÓN, NOMBRE HE HISTORIA DE ESTA.

martes, 5 de abril de 2011

Buenos días.

No se por que razón el enlace al fragmento de Ciudades Invisibles está dañado, así que se los pongo a continuación:

Las ciudades invisibles.
Italo Calvino

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1

El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Raramente el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo es intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son.

Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes. Desde la puerta de los templos se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con sus atributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede reconocerlos y dirigirles las plegarias justas. Si un edificio no tiene ninguna enseña o figura, su forma misma y
el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta para indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela pitagórica, el burdel. Hasta las mercancías que los comerciantes exhiben en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad. La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y
mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. Afuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre ya esta entregado a reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 2

De la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con recuerdos bien claros: un negro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma por la cornisa de un rascacielos, una muchacha que pasea con un puma sujeto con una traílla. En realidad muchos de los ciegos que golpean con el bastón el empedrado de Zirma son negros, en todos los rascacielos hay alguien que se vuelve loco, todos los locos se pasan horas en las cornisas, no hay puma que no sea criado por un capricho de
muchacha. La ciudad es redundante: se repite para que algo llegue a fijarse en la mente.

Vuelvo también yo de Zirma: mi recuerdo comprende dirigibles que vuelan en todos los sentidos a la altura de las ventanas, calles de tiendas donde se dibujan tatuajes en la piel de los marineros, trenes subterráneos atestados de mujeres obesas que se sofocan. Los compañeros que estaban conmigo en el viaje, en cambio, juran que vieron un solo dirigible suspendido entre las agujas de la ciudad, un solo tatuador que disponía sobre su mesa agujas y tintas y dibujos perforados, una sola mujer gorda apantallándose en la plataforma de un vagón. La memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir.

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 3

El hombre que viaja y no conoce todavía la ciudad que le espera al cabo del camino, se pregunta cómo será el palacio real, el cuartel, el molino, el teatro, el bazar. En cada ciudad del imperio cada edificio es diferente y esta dispuesto en un orden distinto; pero apenas el forastero llega a la ciudad desconocida y echa la mirada sobre aquel racimo de pagodas y desvanes y cuchitriles, siguiendo la maraña de canales, huertos, basurales, de pronto distingue cuáles son los palacios
de los príncipes, cuáles los templos de los grandes sacerdotes, la posada, la prisión, el barrio de los lupanares. Así —dice alguien— se confirma la hipótesis de que cada hombre lleva en la mente una ciudad hecha sólo de diferencias, una ciudad sin figuras y sin forma, y las ciudades particulares la rellenan.

No así en Zoe. En cada lugar de esta ciudad se podría sucesivamente dormir, fabricar arneses, cocinar, acumular monedas de oro, desvestirse, reinar, vender, interrogar oráculos. Cualquier techo piramidal podría cubrir tanto el lazareto de los leprosos como las termas de las odaliscas. El viajero da vueltas y vueltas y no tiene sino dudas: como no consigue distinguir los puntos de la ciudad, aun los puntos que están claros en su mente se le mezclan. Deduce esto: si la existencia
en todos sus momentos es toda ella misma, la ciudad de Zoe es el lugar de la existencia indivisible. ¿Pero por qué, entonces, la ciudad? ¿Qué línea separa el dentro del fuera, el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos?

jueves, 31 de marzo de 2011

Enunciado ejercicio práctico


A partir de la lectura del texto "Fragmento. Las ciudades invisibles" que está en la sección enlaces del blogg, realizar una interpretación gráfica (en maqueta, dibujos, collage, etc) de lo leído.

Puede representarse un fragmento del texto o una sensación que lo leído produce.

Los trabajos pueden ser físicos o digitales y deberán llevarse a la clase del martes 12 de abril para ser presentados ante los compañeros. Este trabajo tiene un valor del 20%.

La clase del 12 de abril inicia a la 1 pm en el aula taller.

Saludos

sábado, 26 de marzo de 2011

Ya está el documento que deben leer para el próximo martes.
Se llama Naturaleza en la ciudad.

Saludos

La naturaleza en la ciudad

En el primer número de la nueva etapa de la revista URBAN (una de las publicaciones que actualmente edita el departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la UPM en el que desarrollo mi actividad docente regular) puede leerse un artículo de Erik Swyngedouw que se titula “¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”. El artículo no tiene desperdicio y recomiendo que lo leáis. Prometo además que escribiré otro día acerca de nuestras publicaciones, porque pienso que tienen bastante interés para los lectores de este blog (aunque tengo que esperar a salga el primer número de Urban-e, que se resiste). Pero hoy, sencillamente me refiero a este artículo concreto para decir que, a pesar del sugerente título del mismo me he atrevido a titular el mío como lo he titulado. Y no es para crear controversia, sino porque ya hace años que en los programas de algunas de las asignaturas que imparto figura así. Y, además, me gusta. Pero no voy a entrar en si existe la naturaleza o no. En si se trata en realidad de una metáfora. O si es el “opio del pueblo” o una construcción mental útil para entender la realidad. Simplemente voy a dar por hecho que en la ciudad, además de cemento, baldosas hidráulicas, edificios de ladrillo, asfalto, contaminación y personas, existen árboles, zonas verdes, ratas, cucarachas, mirlos, gorriones y algún geranio (de los que han conseguido resistir la última plaga) plantado en una maceta. Bueno, también algo de césped, suelo sin cementar, y ahora mismo un montón de obras porque se acercan las elecciones municipales.

La naturaleza no existe, pero a veces
tiene una notable capacidad de respuesta.

Imagen de
Relatividad.es


Casi desde el mismo momento en que se inventó la ciudad surgió la necesidad de introducir en ella árboles, vegetación, flores, animales. Pero no cualquier elemento natural, sino una naturaleza (esa cosa que no existe, simple metáfora de la realidad) controlada y antropizada. No me canso de repetir que la ciudad es entendida en casi todas las definiciones tradicionales como algo distinto “al campo”. La importancia que a lo largo de los años la Humanidad ha concedido a esta identificación se concreta en el cuidado que ha tenido a la hora de fijar físicamente esta separación. En los ritos fundacionales de la ciudad, el surcus primigenius, la línea que señalaba el recinto urbano, era tan importante que los muros construidos siguiéndola eran sagrados. Esta fundación inicial nacía con vocación de mantenimiento, de permanencia a lo largo de muchos años. Muros, murallas, cercas o fosos, establecían un límite que iba a permitir conocer de forma inequívoca que partes del territorio estaban ordenadas de forma antrópica. Los ciudadanos manipulaban el espacio para dar lugar a una organización distinta y mucho más controlada de las pequeñas porciones de territorio que abarcaba el recinto de la ciudad. Es decir, a estructuras urbanas. Esta manipulación no era, inicialmente, gratuita, sino que respondía a motivaciones más o menos conscientes. Para la sociedad urbana se trataba de convertir un espacio “natural” (¿tendré que empezar a poner comillas a partir de ahora?, me reconcome la duda) cuyo comportamiento le resultaba difícil de predecir, en un medio mucho más aprensible y que generara un espacio de mínima incertidumbre.

La fundación de Roma, el surcus primigenius
Fresco del Caballero de Arpino en la sala Capitolina, Roma

Imagen de
Treinta Días

Pero esta radical diferenciación respecto a la naturaleza (lo siento pero voy a obviar el artículo de Swyngedouw y continuaré como si no lo hubiera leído) implicaba, paradójicamente, una necesidad bastante acuciante de la misma. Y esta necesidad ha ido aumentando al aumentar el tamaño de la ciudad y distanciarse de lo que, genéricamente, podíamos llamar “el campo”. La naturaleza está presente en las ciudades a lo largo de toda su historia, principalmente a través de jardines, huertos, o como fondo escénico. Pero también en otras formas menos paisajísticas: terremotos, riadas, frío, calor. En la Edad Media, los espacios agrícolas circundantes eran imprescindibles para el abastecimiento de la población urbana e incluso una parte del recinto intramuros eran parcelas cultivadas. En el barroco alcanzan su máximo esplendor los paseos arbolados, con claros fines escenográficos, y las grandes áreas ajardinadas. Pero es a lo largo del siglo XIX cuando nace el concepto de parque público, y Joseph Paxton, en 1843, proyecta un "parque público de la comunidad" que tenía una extensión de unas 50 hectáreas. En la actualidad las reservas de zonas verdes urbanas están reguladas y son cesiones obligatorias en cualquier nuevo desarrollo residencial estando consideradas, más o menos, como lo que en urbanismo se llama equipamiento. De tal forma que la historia de la urbanización está salpicada de intentos de introducir la naturaleza en las ciudades. Desde los jardines de Babilonia a las formas de disposición de los espacios que favorezcan un mayor contacto con elementos menos antrópicos como la Ciudad Lineal.

Paxton y Fox, “The Great Exhibition in Hyde Park”, 1851
Imagen de
DISE1014

El espacio urbano está sometido a una gran cantidad de ruidos y contaminación que reducen la presencia de la flora y la fauna en él. Normalmente la contaminación hace disminuir la vitalidad, acelera la vejez, aminora la biomasa y altera la capacidad reproductora de las especies vegetales y animales. La evolución de la ciudad como paisaje cultural densamente edificado, conlleva la destrucción de los ecosistemas naturales (¿existen los ecosistemas urbanos?) y la desaparición total de la vegetación autóctona. Incluso en los espacios libres y zonas verdes las especies autóctonas son sustituidas por otra vegetación planificada, por plantas ornamentales no propias del lugar y por aquellas otras que son capaces de resistir el ambiente agresivo de la ciudad. No se trata aquí de justificar la necesidad de algo “que no existe” (me estoy refiriendo al artículo que no me puedo quitar de la cabeza), sin embargo, como hemos visto en otros lugares del blog hay muchos trabajos e investigaciones, como los de Kaplan, que así lo atestiguan y lo incluyen como uno de los indicadores de calidad de vida más importantes. Algunas de las justificaciones más razonables que se refieren a esta necesidad de introducir la naturaleza en la ciudad se encuentran en el libro de Sukop y Werner llamado precisamente Naturaleza en las ciudades, publicado en español en el año 1989 por el antiguo Ministerio de Obras Públicas. Entre ellas podemos destacar:
  • Ornamentar la ciudad
  • Proporcionar espacios recreativos, para la expansión de la población y favorecer el contacto de ésta con la naturaleza
  • Mejorar las condiciones climáticas de la ciudad: aumento de la humedad y control de la temperatura
  • Reducir la contaminación ambiental, ya que las hojas sirven para el depósito de las partículas contaminantes en suspensión.
  • Servir como filtros y freno a la velocidad del viento.
  • Amortiguar el ruido de baja frecuencia
  • Proporcionar espacios adecuados para el desarrollo de la vida animal
  • Reflejar los cambios estacionales a lo largo del año.

Fragmento del Central Park, Nueva York
Imagen de Google Maps

Como puede observarse algunos son de índole práctica y otros psicológicos, pero en general se refieren a un aumento de la comodidad del ciudadano o a mejoras higiénicas. En un estudio sobre los Parques Naturales en España realizado por Corraliza y García Navarro en el año 2002 se demuestra esta especie de ley general de preferencia por la naturaleza, domesticada eso sí, como se desprende de la mayoritaria respuesta positiva, mas del 90%, a la pregunta de si, por cualquier razón, a los entrevistados les gustaba el área del parque. Esta casi unanimidad, y otras del mismo tipo, es lo que hace decir a sus autores que: “... la respuesta de preferencia general y admiración por los escenarios naturales puede ser considerada (y en este estudio lo es), como una respuesta psicológica, en gran medida involuntaria. Constituye algo así como un mecanismo de respuesta reflejo, intensamente relacionado con una experiencia estética, cuya caracterización compartimos en gran medida con el resto de individuos de nuestra especie”.

La “huida” del urbanita hacia sitios menos antropizados
Imagen de
Sebastian Díaz en Flickr

Pero existen otras muchas razones, como por ejemplo, las de favorecer la sostenibilidad del territorio. Así, en un artículo titulado “Ciudad y entorno natural” incluido en el Primer catálogo español de Buenas Prácticas y escrito por Fernando Parra en el año 1996, puede leerse lo siguiente: “En principio, la creación de un área verde, además de incrementar la habitabilidad urbana tiene un efecto disuasorio de presión sobre los entornos rurales, silvestres y naturales más frágiles y a los que las masas urbanas suelen acudir no tanto como muestra de aprecio por lo natural como de huida de la dureza urbana; en este sentido, se trata de una práctica sostenible que “aligera de presión” otros ámbitos. No obstante, el “cómo” el diseño y mantenimiento real del área verde puede no ser sostenible bajo el aspecto del consumo de agua o de otros recursos”. Parece, por tanto, que se acumulan las evidencias acerca de la necesidad de introducir árboles, mirlos, gorriones, praderas, etc., en nuestras ciudades, no sólo por añoranza del Paraíso Terrenal sino para regular nuestro equilibrio psíquico e, incluso, nuestras relaciones sociales. En otro lugar del blog hablaba de la ciudad higiénica como contraposición a la ciudad surgida de la Revolución Industrial. La ciudad higiénica culminó con las propuestas de Le Corbusier y el Movimiento Moderno: “Soleil, espace, verdure”. Y poco después esta necesidad de que en nuestras antropizados ciudades exista algo de verde se reflejó en las legislaciones de la mayor parte de los países del mundo.

Donnella Meadows y otros: The Limits to Growth, Londres, 1972
Imagen extraída del libro “Ecología y Desarrollo” de R. Tamames

Pero como seguramente conocen todos los seguidores de este blog y mis alumnos (en caso contrario, probablemente suspenderán), la ciudad del siglo XXI ya no debe responder sólo a los requisitos de una ciudad higiénica, bella y adecuada a los fines para los que ha sido creada, sino que también debe ser sostenible (ya he mentado a la bicha, además de hablar de naturaleza ese constructo metafórico, ahora voy y escribo sostenibilidad ese otro concepto inexistente, inabarcable, indefinible y que sólo sirve como coartada política). Entendiendo por sostenible aquello que tiene que ver con la justicia intergeneracional, interterritorial y social. Ahora no tengo tiempo de meterme en esta cuestión, aunque no sé si debería, pero resumiéndola mucho diría que el problema de los límites del crecimiento que Malthus relacionaba con la demografía y los alimentos y que el informe Meadows ampliaba a otros temas como los energéticos, lo tenemos ya encima. El planteamiento es obvio y no por muchas veces repetido es menos obvio: en un mundo finito no se puede propugnar un crecimiento infinito. Y el paradigma económico dominante está basado en el crecimiento sin fin. Mientras inventamos algo de forma urgente, hay que recurrir a cuidados paliativos para que el ajuste que ya se ha empezado a producir se haga de la forma menos traumática posible. Desde una perspectiva urbana tenemos que aumentar radicalmente la eficiencia de su funcionamiento. Y esto en todos los ámbitos. También en la forma de introducir la naturaleza en la ciudad que, ya veremos más adelante, puede ayudar a mejorar la situación actual.

La naturaleza y el equipamiento
Imagen de
Flores en el Ático

Cuando que refería a la ciudad higiénica ya insinuaba la función de las áreas de naturaleza en su interior. Se podría decir que tienen una evidente función de equipamiento. Igual que un gimnasio, unas instalaciones deportivas o un Club de la Tercera Edad. Estas áreas son necesarias, casi imprescindibles para la salud física y psíquica de los ciudadanos. De hecho, en muchos planes se consideran como un equipamiento más e, incluso, se permite la compatibilidad con otros como los deportivos. Y esto hay que seguir manteniéndolo. Porque seguimos necesitando ciudades en las que los ciudadanos puedan vivir de la forma más confortable y sana posible. Sin embargo, los requisitos que necesita la ciudad actual superan los requisitos de la ciudad que propugnaba el Movimiento Moderno. La pregunta es: ¿cómo cambian estos nuevos requisitos la consideración de las áreas de naturaleza en la ciudad? Sería largo de explicar pero, una vez más, me voy a atrever a hablar en blanco y negro. Soy consciente de lo que esto implica, pero como todavía tengo muchos megas hasta sobrepasar la capacidad que me ofrece gratuitamente Google para mantener el blog, espero tener el tiempo suficiente para, en sucesivos artículos poder explicarlo detalladamente y sacarle los grises (e incluso los colores). En resumen: las áreas de naturaleza en las ciudades ya no se pueden considerar exclusivamente como un equipamiento sino que también han de serlo como una auténtica infraestructura. Hasta el momento actual, incluso considerando su función relacionada con la higiene, no dejan de tener el aspecto de un equipamiento. De forma similar a como están concebidos, por ejemplo, los aparatos de gimnasia para mayores que nuestros ayuntamientos empiezan a distribuir por cualquier rincón de nuestras agobiadas ciudades tan llenas de artefactos mecánicos.

Hypnerotomachia Poliphili de Francesco Colonna
Imagen de
Italophiles.com

De las dos acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos da de la palabra infraestructura la primera, “parte de una construcción que está bajo el nivel del suelo”, no parece que sea aplicable a lo que quiero decir. Pero la segunda, “conjunto de elementos o servicios que se consideran necesarios para la creación y funcionamiento de una organización cualquiera”, pienso que sí. Aunque no es el momento de meterme en consideraciones terminológicas sí que me gustaría acotar un poco el tema porque es importante para explicar lo que quiero decir. Para aquellos que estén leyendo esto y que no tengan mucho contacto con el urbanismo, en esta materia el término “equipamiento” está más relacionado con el conjunto de construcciones, espacios y servicios, complementarios de la habitación y del trabajo, necesarios para que el ciudadano pueda llevar a cabo una vida urbana digna, relacionarse con los demás, acceder a la educación, cultura, sanidad, etc. Mientras que el término “infraestructura” se refiere más bien a aquellos elementos de soporte de la ciudad necesarios para el funcionamiento de las actividades urbanas. Y de los equipamientos, claro. Es decir, simplificando, se entiende que una iglesia o una piscina son un equipamiento, y la red de colectores de pluviales o las calles y carreteras son una infraestructura. Hasta ahora podíamos considerar que la justificación para introducir elementos naturales era la de suministrar al ciudadano las condiciones para que pudiera relacionarse con determinados elementos de la naturaleza sin necesidad de subir a “la cumbre de las más altas montañas” (como nos decía cierto documental de la TVE2) y que, además, ayudaran a la construcción de una ciudad sana que permitiera el adecuado equilibrio social y personal del urbanita.

Hypnerotomachia Poliphili de Francesco Colonna
Imagen de
Italophiles.com

Sin embargo resulta que en el momento actual se hace imprescindible que la propia ciudad contribuya en la medida de lo posible (la célebre eficiencia a la que me refería en párrafos anteriores) a reducir su huella ecológica. Una de las formas más claras de hacerlo es, precisamente, introduciendo naturaleza en la ciudad. Es decir, introduciendo algo de ese “orden” diferente de “fuera de la ciudad” en su interior. Hay que ser consciente de que ello significa aumentar el desorden, visto desde la perspectiva urbana. Y mayor desorden cuanta más naturaleza se introduzca. Esta es una cuestión sobre la que tendría que escribir varios folios debido a su complejidad pero en los materiales complementarios que se recogen al terminar el artículo pueden leerse datos adicionales que ayuden a comprenderla. Otras cuestiones son más evidentes. La ciudad no puede dejar ya que determinados ciclos se cierren sólo fuera de ella. Si la ciudad contamina por ejemplo, es necesario plantar árboles en su interior que funcionen como sumideros sin necesidad de que lo hagan masas boscosas situadas a centenares de kilómetros.

La pesadilla de los servicios de limpieza
Imagen de
Kamic en Photobucket


Este ejemplo de la contaminación me va a permitir explicar algunas diferencias. Los árboles de alineación plantados adecuadamente en una acera de la calle-corredor permiten el paseo por dicha acera ofreciendo sombra en los meses sobrecalentados y sol en los infracalentados en el supuesto de que los árboles sean de hoja caduca. Excepto los barrenderos, los demás ciudadanos no tendrán nada que objetar al respecto. En verano tenemos hojas y los árboles dan sombra a la acera (suponiendo, claro está que la sección de la calles esté bien diseñada). Luego, en el otoño se caen, ya digo con gran disgusto de los servicios municipales de limpieza, y en el invierno el ciudadano pasea por la misma acera recibiendo los benéficos rayos del sol. Hasta aquí todo bien, los árboles de alineación funcionan fantásticamente convirtiendo la calle en un auténtico equipamiento. Lo mismo podría decir de un parque o de cualquier otro elemento de naturaleza bien situado en un entorno urbano y acertadamente diseñado.

Inversión térmica y contaminación en Madrid
Imagen de
Bullasmente

Sin embargo, y hablaba antes de la contaminación, resulta que en el invierno las calefacciones funcionan a pleno rendimiento y los coches expulsan por sus tubos de escape ni se sabe cuantos elementos contaminantes porque la ciudad “rueda a tope”. Además, también es mala suerte, se empieza a producir lo que se llama el fenómeno de la “inversión térmica” porque una maldita capa de aire más caliente encima de la ciudad impide que toda esta contaminación se disipe hacia arriba al invertir el gradiente de temperaturas. Ahora las hojas de los miles de árboles que hemos plantado por toda la ciudad deberían ayudarnos a fijar esta contaminación. Pero mira por donde resulta que se les han caído las hojas y no pueden fijar nada. Los barrenderos encantados: si ya lo decíamos, hay que plantar árboles de hoja perenne. Pero resulta que si plantamos árboles de hoja perenne, ya no cumplen su función como equipamiento porque el paseo por las calles ya no será un agradable paseo al sol de invierno. En ambos casos, y detectado el funcionamiento, los árboles nos pueden ayudan a resolver un problema de confort o incluso sanitario, siempre que consideremos todos los aspectos de la cuestión y plantemos de hoja caduca o no dependiendo del sitio y del objetivo a conseguir. Sin embargo esos mismos árboles también nos sirven para reducir la huella ecológica porque están reduciendo la huella de carbono. Esto ya tiene que ver con la justicia intergeneracional, interterritorial y social. Es decir, con eso que podríamos llamar sostenibilidad. He recurrido a este caso para que se vea la diferencia entre considerar, por ejemplo, una zona verde como una infraestructura o como un equipamiento. En algunas situaciones, como la mencionada, podrán hacerse coincidir las finalidades de una y otro. Pero, sin embargo, otras veces esto no podrá ser así. Lo nuevo es que la función de la vegetación o de la naturaleza (en general) en la ciudad ya no es sólo la de aumentar el confort del ciudadano sino también contribuir al funcionamiento global de la misma igual que lo hacen la red de alcantarillado o las calles. Y, además, por supuesto, hacerlo no sólo de forma eficaz y bella, sino también eficientemente reduciendo el consumo de energía y la contaminación.

"Uma flor nasceu na rua"
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Laurinhando por ai

Y no sólo los árboles pueden contribuir a rebajar la huella ecológica. Arbustos o rastreras ayudan también. Y no sólo en los parques o en las aceras. En taludes de gran pendiente, en tejados, en paramentos verticales, en rotondas. Hay que reconsiderar la función de las áreas de naturaleza (verde o gris) en nuestras ciudades y empezar a conciliar confort, higiene y sostenibilidad. Ejemplos de la complicación que estas consideraciones traen consigo existen muchísimos. Así, un suelo cementado es ideal para caminar cuando llueve (en caso contrario nos embarramos y se hace complicado andar) y sin embargo impide la evapotranspiración cambiando la humedad relativa de las capas de aire cercanas a ese suelo. Además aumenta la escorrentía con el resultado de que bajan los niveles freáticos impidiendo que los árboles funcionen en régimen forestal (más eficiente que estar continuamente regando, abonando o distribuyendo plaguicidas que es a lo que obliga un régimen que se acerque más a la jardinería) y el riesgo de inundaciones es mucho mayor. Lo que importa es considerar que la introducción de la naturaleza en la ciudad ya no se puede hacer como antes. Que ya no es suficiente con pensar en el confort del ciudadano como requisito único, porque la ciudad del siglo XXI impone requisitos diferentes, algunos de primera importancia, tal y como he tratado de justificar a lo largo de este escrito. De lo que no parece haber duda, es de la necesidad de que exista algo de naturaleza en la ciudad, no sólo para asegurar el equilibrio físico y psíquico del ciudadano, sino también para ayudar a su funcionamiento y para contribuir a conseguir una mayor justicia intergeneracional, interterritorial y social. Claro, esto en el supuesto de que exista eso que llamamos naturaleza. Y que, por otra parte, la idea de justicia que implica el concepto de sostenibilidad sea algo más que una muletilla en boca de todos (iba a decir: sobre todo en boca de nuestros queridos políticos profesionales, aunque también en los escritos de algunos destacados miembros de la intelectualidad, pero me abstengo de hacerlo). Por cierto, espero que después de las reiteradas alusiones que he hecho al artículo de Swyngedouw, con el que estoy de acuerdo en buena parte de lo que allí dice, os intereséis en su lectura y, como quien no quiere la cosa, leáis el resto de la revista, que viene con bastantes cosas interesantes.


Materiales que he utilizado en la redacción del texto:
  • Corraliza, J.A. y García, J.: Los Parques Naturales en España: conservación y disfrute, Fundación Alfonso Martín Escudero, Madrid, 2002.
  • Fariña, J. y Ruíz, J.: “Orden, desorden y entropía en la construcción de la ciudad”, Urban nº 7, verano 2002. (Puede encontrarse un resumen muy escueto en español e inglés en pdf).
  • Meadows, D.H.; Meadows D.L.; Randers, J.; Behrens, W.W.: The Limits to Growth, Universe Books, New York, 1972. Se hizo una revisión en el año 1992 titulada Más allá de los límites del crecimiento. Quizás lo más interesante sea leer directamente la última revisión: Los limites del crecimiento: 30 años después, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2006 (el original en inglés es del 2004). Un resumen muy básico del informe original se puede descargar aquí.
  • Parra, F.: “Ciudad y entorno natural” en VVAA: Primer Catálogo español de Buenas Prácticas, volumen primero, Centro de publicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, Madrid, 1996. (Este artículo puede encontrarse también en la Biblioteca de Ciudades para un Futuro más Sostenible).
  • Sukopp, H. y Werner, P.: Naturaleza en las Ciudades, Centro de publicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, Madrid, 1989 (compendia los números 28 y 36 de la colección “Nature and environment series” publicada por el Comité Europeo para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales:Nature in Cities, Council of Europe, Strasbourg, 1982; Development of Flora and Fauna in Urban Areas, Strasbourg, 1987).
  • Swyngedouw, Erik: “¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”, Urban NS01, Marzo 2011.